Daniel Cassany estudia la transformación del lenguaje
en el mundo del siglo XXI,
transformaciones que se deben a los avances tecnológicos y científicos y que han
provocado el descuido del impacto lingüístico.
Cassany hace una serie de referencias de cómo la
ciencia ha entrado y modificado nuestra comunicación de forma
tecnicísta-funcional, permitiendo la interacción de la tecnología para hacernos
escuchar o comunicar en los medios provocando una diversidad casi infinita de
posturas, algunas a favor otras en contra.
A los de favor se
menciona: Los alumnos nunca estuvieron tan próximos a la interacción real de la
lengua, su interés por su aplicación esta en los niveles más altos, sin embargo
la escritura se transforma libremente por consecuencia se modifica.
Los de contra: el lenguaje se ha desvirtuado, se
escriben cosas sin valor lingüístico “sin sentido”, se vulgariza la forma
tecnicísta-funcional.
Pienso:
Estamos en los tiempos de la importancia de
“decir más, en menor tiempo” y no en la importancia del “estilo, estructura y
reflexión”, como maestro, enseñar español en la actualidad es navegar en un
idioma técnico, estructural y sistematizado, que suele ser desinteresado por
los alumnos del siglo XXI, sin embargo, la misma necesidad hará que corrija y
mejore su modo de producción de textos propios.
Ya que, en las redes sociales pareciera que tener
mala ortografía es sinónimo de ignorancia y poco “me gusta” generaría, además del
desprestigio egocéntrico entre sus pares.
Por lo tanto, ponerlos en el centro del
problema, haciéndolos “consientes” que más temprano que tarde serán participes
de esta revolución tecnológica (si es que ya lo son, mediante Twitter,
Facebook, WhatsApp, etc.) haciendo uso directo y constante de estos medios de
comunicación, forzarán obligarán y desarrollarán estructuras gramaticales para
formar parte de las comunidades digitales.
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